Sin valor para contarlo, hasta hoy confieso que hace días casi nos matamos. En una de tantas carreteras nocturnas a Hidalgo -entre bromas y platica de auto- ha aparecido sin aviso ni más, un caballo. Frente a nosotros y los 80 km/h el animal tomó la forma clara de un accidente espantoso; 2 segundos puros de terror...
Pero estamos agradecidos, que al contacto con la bestia esta se ha esfumado. La atravesamos con la suavidad de una ligera cortinilla de agua. Y no hay mejor símil, ya que nos ha empapado a todos en sudor y lágrimas hasta media hora después llegados a una gasolinera, pero en el cofre del carro ni rastro.
Estamos agradecidos de su condición fantasmagórica que nos ha permitido seguir.