viernes, 7 de enero de 2011

Sobre las benevolencias del Internet

Tengo tantos pensamientos suicidas, y tanto dolor de no poder hablarlos, que cuando llego a la casa y me bajo del carro, le digo a este: “matiz, discúlpame, cada que me monto en ti, mientras te manejo, me la paso visualizando en donde podría estrellarte. Te has salvado porque si me he de morir pronto, por lo menos le debería de dejar un sueño adolescente realizado a mi sobrina, el cual, por supuesto eres tú. Una chica que tiene carro a los 14 o 15 años es una verdadera princesa consentida.“
Me parece de un tremendo mal gusto decirle a las personas que estoy deprimida, de todas formas no pueden ayudarme, y mi enfermedad es muy contagiosa. Creo que por eso he terminado haciendo el rídiculo que vivo en este preciso instante, escribir una entrada de blog. Hace un rato me la pasé llorando frente al muro de facebook, 300 amigos ahí no significan mucho. Tenía ganas de actualizar un estado que dijera “pensamientos suicidas, mi pan de cada día“, pero me detuve a pensar qué clase de comentarios podría acarrear esa acción. Supuse que algunas amistades me dirían “Noooo, cómo crees, anímate“; otros escribirían “claro, todo está de la mierda, pero no te ríndas... cuándo vamos por un café o una cerveza“; y por último, los pocos familiares me reprenderían “pues soy una jovencita guapa con toda la vida por delante“. Bajo esas expectativas ya no valía la pena hacerlo; en parte si me siento tan sola y tan triste es porque dudo que alguien pueda darme una solución. Entonces, decidí que no valía la pena hacerlo, pero la curiosidad (ok, ok, lo confieso, la necesidad, el grito silencioso de ayuda, esa pequeña señal antes de “la tragedia“) me seguía diciendo que lo escribiera. ¡Hey todos, escuchenme, esta es la intimidad pública, la anécdota de cómo una veinticuatroañera llora media hora frente al facebook y no porque acabe de ver una foto de su ex con su nueva novia! De hecho ya había tecleado mi lamentable estado, si no le di publicar fue porque me asaltó un último (no lo negaré, también rídiculo) pensamiento: que nadie escribiera, que solo le dieran me gusta y ya en señal de “apoyo“, o ni eso, como es viernes por la noche que pasara desapercibido, sin el mínimo interés. Ya se que mi vida social apesta, pero la confirmación de este hecho a través de un sitio en internet suena insoportable, todavía trato de cuidarme un poco las apariencias.
Pero vaya, ya me siento un poco más tranquila, reunir fuerzas para escribir esto me ha tomado tiempo y creo que me encuentro mejor. Lo grandioso de tener este blog es que siempre me ha parecido que es una ficción, un diario de ficción, tiene la magia de permitirme escribir una que otra particularidad de mi vida con exageración y retorcimiento; surte un efecto tan poderoso este trastocamiento de los hechos que es como una fuente de la eterna juventud, un pozo que se traga los fragmentos de mi vida con los que no puedo lidiar muy bien. Mi querido blog funciona como filtro entre mi vida real y la virtual, todo es muy claro así; de esto lo único que me preocupa es estar creando un infierno personal que ahora flota en la Red. Ojalá no agarre descuidado a nadie que teclee su dirección.
Enhorabuena, esta entrada ya me empieza a parecer ajena, algo que nunca pasó.

martes, 4 de enero de 2011

Año nuevo

Me imprimí un calendario con la imagen de un gato de caricatura, todo gordo, todo sorprendido, tiene una carita de tonta duda y dolor porque su colita está metida en agua; no la saca, no hace nada, solo contempla a quien le mira -con las orejitas echadas atrás-. Bellísimo. Me gusta mucho, probablemente porque su torpe actitud me recuerda a mí (y ahora escribiendo sobre calendarios de gatos me recuerdo a una anciana, pero no importa). El punto es, que el dibujo es genial, atrapa la esencia de la caricatura que deseo dejar de ser: un gato flojo y pasivo, congelado en situaciones de risible queja. Quiero escribir, estudiar y que se me pongan duras las nalgas; objetivos que es fácil sistematizar en mi nuevo calendario porque la actitud ya la traigo, me la regalé desde el día primero. Además, en una mezcla de lecturas e hyperlinks, me apoya mi gurú personal, Yukio Mishima.

Ok, esto viene a cuenta porque tengo buenos deseos, para todos. Que este año, de verdad, sea feliz. Yo obtendré lo que quiero. A ustedes les dejo toda la suerte.