domingo, 19 de octubre de 2014

El teatro de la ciudad

Llueve. Sobre Francisco Sosa -a dos calles del centro de Coyoacán-, en una esquina de apariencia segura y frente a varias cámaras de vigilancia, un par de hombres sostienen la siguiente conversación.

HOMBRE A: Con una franela entre las manos, de aspecto sucio. ¿No me va a dar nada por la cuidada? (Se refiere a "echarle un ojo" al coche del HOMBRE B.)

HOMBRE B: A la vuelta. (Es decir, cuando regrese de pasear con su familia y pueda corroborar que su coche, efectivamente, se encuentra sano y salvo.)

HOMBRE A: No, de una vez, quién sabe a qué hora vaya a regresar. (En otras palabras, ya es tarde, nada más cojo su dinero y me largo de aquí. Además está lloviendo, no es como que vaya a lavar su coche.)

HOMBRE B: Sumiso. ¿Cuánto está bien?

HOMBRE A: Triunfante. Treinta pesos.

HOMBRE B: Le da el dinero al HOMBRE A. Después corre para alcanzar a su familia, quien no detuvo ni un paso para esperarle.

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